miércoles, diciembre 07, 2011

El destino esta escrito

- Si yo tuviera 10 kilos menos y usted 10 litros más de cerveza seguramente nuestros destinos se cruzarían y su vida cambiara para siempre. En un futuro no muy lejano, tendríamos una casa con tejas, con cerca de madera color blanco contrastando con el verde del césped, un perro peludo y nuestros hijos se bañarían en la piscina del fondo de casa. En el garage de casa nuestros dos autos cero kilómetro y las cinco bicicletas denotan nuestro éxito juntos.

Sentenció él. Ella lo miro fijo por unos segundos y rodeando el vaso con las dos manos le respondió:

- Si usted tuviera 10 kilos menos y yo 10 litros más de cerveza, usted seguiría siendo gordo y yo seguiría siendo borracha. Indefectiblemente el destino para nosotros esta escrito.

Aparicio no perdió el tiempo, sabía que su destino era marcharse del tropezón acompañado por alguien. Miro a su alrededor y solo quedaba otra mujer, estaba apoyada en la barra, donde las luces no llegaban.

- Anoche mirando las estrellas, descubrí que faltaba la más luminosa, nunca me imagine que mi destino era encontrarla apoyada en la barra de “El Tropezón”. Si esta noche cruzamos esa puerta juntos, mañana nos levantaremos en un mundo nuevo, de día el cielo será tan celeste que no veremos la otra orilla, la noche estará tan cargada de estrellas que no necesitaremos luces. Nuestra estancia estará brotada de hacienda y nuestra casa llena de niños.

Con el mismo silencio que lo había escuchado, ella levanto el vaso vació y con la otra mano puso unos billetes arrugados sobre el mostrador, luego sin siquiera mirarlo manifestó:

- Si yo cruzara esa puerta con usted esta noche, mañana entre la resaca y su cara, me despertaría descompuesta.


Aparicio es una persona que cree en el destino y sabiendo que el suyo era retirarse acompañado, se acercó a la mesa del bigoton Añeda y le guiño un ojo. El Bigoton no cruzó palabra, solo hizo un gesto como si asintiera con la cabeza y luego mostró sus amarillos dientes en lo que simulaba ser una sonrisa cómplice.

Ambos cruzaron la puerta verde del bar y tan solo unos minutos después se perdían en la oscuridad de un camino rural.